EL “TERROR SEXUAL” COMO ARMA DE CONTROL SOBRE LAS MUJERES

Si no quieres que te violen, no salgas de casa

La web del Ministerio del Interior aconseja a las mujeres limitar sus movimientos para evitar ser víctimas de una agresión sexual.

JUNE FERNÁNDEZ

Comunicadora feminista y directora de Pikara Magazine

17/07/14 · 8:00

Edición impresa del periódico Diagonal

Imagínate que no puedes salir por la calle de noche, que tienes que mirar a tu alrededor cada vez que aparcas el coche, que no puedes usar el ascensor por si coincides con gente desconocida, que tienes que mantener las luces de varios cuartos de tu casa encendidas por las noches y poner sólo tus iniciales en el buzón. Y que no sea porque pese sobre ti algún tipo de amenaza de muerte sino por ser mujer. Porque es lo que recomienda el Ministerio del Interior para prevenir la violación, presentada como un destino inevitable para las mujeres.

Ése es el discurso institucional ante la violencia sexual: plantear como única solución que las mujeres limitemos nuestros movimientos. El Área de Seguridad del Ayuntamiento de Bilbao ha difundido, en forma de folleto, recomendaciones muy similares, que convierten a las mujeres “en personas dependientes y temerosas, e incluso en culpables por no haber tomado las precauciones necesarias”, según han denunciado la coalición política Bildu y la organización Bilgune Feminista.

Paternalismo y control

En feminismo se utiliza el concepto de “terror sexual” para definir el uso del fantasma de la violación como herramienta para domesticar y controlar a las mujeres. No se trata sólo de paternalismo, el “no vayas sola, te puede pasar algo” es un mecanismo patriarcal para reforzar el arquetipo de “la buena mujer”, antagónica a la mujer libre y empoderada.

En pleno siglo XXI, cuando ya no cabe publicar manuales de la buena esposa como los de la Falange y libros como Cásate y sé sumisa son denunciados (aunque convertidos en ‘best sellers’, no lo olvidemos), el terror sexual es uno de los sistemas para mantenernos lo más metidas en casa posible. La violación funciona como un castigo por haber transgredido las normas de género. El chantaje es claro: si te violan y caminabas sola de noche, y/o habías bebido en exceso, y/o llevabas ropa “atrevida”, y/o habías ligado con el agresor, tú serás la responsable. La culpa y la vergüenza son los principales motivos por los que cuesta tanto denunciar la violencia sexual.

Las “malas mujeres”, ésas que se emborrachan y se quitan la camiseta en Sanfermines, por ejemplo, no suelen despertar empatía y solidaridad cuando son agredidas; el Ayuntamiento de Pamplona sensibiliza, por fin, contra las agresiones sexuales en abstracto, pero no ataca frontalmente la idea de que todo vale con la mujer percibida como “provocadora”, “buscona”, ésa que “se pierde el respeto a sí misma”.

Las instituciones nos enseñan a salir a la calle con miedo y a desconfiar de todo hombre desconocido como si fuera un violador potencial, a la vez que ocultan el dato de que la mayor parte de las agresiones sexuales las cometen conocidos de la víctima –el 85% según la asociación Adavas–. No nos dicen que, a menudo, corremos más peligro en casa  –o en el trabajo, o en el grupo de amistades, o en la asamblea, o en el centro social– y que es más perverso, porque resulta muy complicado identificar los ataques contra nuestra libertad sexual cuando los cometen personas de nuestro entorno sin utilizar violencia física.

Imaginario de la indefensión

En caso de intento de violación, el Ministerio recomienda tratar de huir y pedir socorro. “Si no puede escapar, procure entablar conversación con el presunto violador con objeto de disuadirle y ganar tiempo”. El Ministerio del Interior niega la posibilidad de que nos defendamos. No me refiero a convertirnos de golpe en una Mamba Negra –la protagonista de Kill Bill–. Ex­pertas en prevención de la violencia sexual como Sharon Marcus constatan que muchas mujeres han logrado bloquear al agresor con gestos como un comentario asertivo, un empujón o un grito, incluso en casos en los que éste iba armado, porque el poder masculino no se basa en la superioridad física tanto como en el imaginario de la indefensión femenina.

El poder masculino no se basa en la superioridad física tanto como en el imaginario de la indefensión femenina
Los talleres de autodefensa feminista nos cambian la vida. Nos ayudan a identificar agresiones normalizadas y detectar situaciones de riesgo, a trabajar la comunicación no verbal y la expresión corporal para no transmitir indefensión, a desarrollar estrategias para ahuyentar acosadores y aprender cómo zafarnos de una agresión física. Nos cambian la vida porque interiorizamos que tenemos derecho a movernos por el mundo con la misma libertad que los hombres. Que no tenemos que resignarnos al papel de víctimas. Que no necesitamos que nos salven. Que somos fuertes. Mientras las instituciones sigan apegadas al discurso de “no vayas sola”, es imprescindible que nosotras compartamos nuestros saberes de autodefensa y creemos otros imaginarios, en los que Caperucita le planta cara al lobo.

Cuando tu vida se convierte en un ‘thriller’

REDACCIÓN

Entre las recomendaciones para la “prevención de la violación” publicadas en el apartado de Seguridad Ciudadana de la web del Ministerio del Interior se incluye: observar el interior del vehículo antes de entrar, ya que “podría encontrarse algún intruso agazapado en la parte trasera”; encender las luces de varias habitaciones en el domicilio para aparentar que hay más gente en casa; cambiar el itinerario para evitar las zonas oscuras y solitarias, y, si vives sola, no poner el nombre de pila en el buzón, “sólo la inicial”.
 

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